John
Austin es considerado un “terapeuta” por Adolfo León Gómez, porque tomó como
objeto de estudio a las patologías psicológicas, ya que creía que estudiándolas
podría conocer lo normal, pensaba que conociendo lo anormal, lo normal aparecía
y se apreciaba de forma más completa. En su carrera de filósofo su deseo de
clarificar conceptos y hacer que los demás entiendan la importancia de utilizar
correctamente expresiones cotidianas siempre estuvo presente, organizaba
seminarios y reuniones con el objetivo de charlar acerca de las minuciosas
diferencias entre una palabra y otra. Austin se preocupaba mucho por la precisión
lexical, para él la palabras nos definen, ellas son las que hablan por nosotros
y dan una imagen de lo que realmente somos, no lo que otros ven, nuestro
verdadero yo. Fue tanto su ímpetu para buscar la palabra exacta que llegaba al
punto de ser pedante y quisquilloso. Se propuso hallar una ciencia verdadera y comprensiva del
lenguaje, utilizando como medio a la filosofía (como muchos otros que antes de
volverse ciencias habían nacido de ella) ya que, para él, el fin de la filosofía
es descubrir la verdad. ¿Cuál sería la verdad que él afirma? ¿Nos trata de
decir que la forma con la que se ha visto durante años al lenguaje es falsa?
Austin nos invita a reflexionar acerca de nuestro ser mediante el análisis de
lo que decimos o cómo nos expresamos. Lee el capítulo completo aquí